Hace año y medio que decidí volverme vegana. Desde entonces, una de las preguntas que más me desconcierta es, "¿Pero, puedes hacer trampa, no?" Poco ayuda que por lo general va acompañado de algún platillo omnivoro siendo ofrecido con mucho entusiasmo (imagínense una persona encargada de catering, insistiendo que pruebes los deliciosos canapés en su bandeja. Con queso. ¿¡Por qué siempre debe ser queso?!). Digo, no soy la persona más derecha del mundo. No me apena decir que no estoy por encima de hacer trampa en los juegos de mesa (Monopoly no es Monopoly si no le estás robando al banco), y a veces se necesita de una ayudadita para terminar ese nivel complicado en un video juego. Pero de eso, a hacer "trampa" con lo que quiero comer...
Me queda claro que el malentendido surge de una diferencia en definiciones. Si crees que el veganismo es una dieta, como la de los carbohidratos, y la del jugo de manzana, la de la col, la de la toronja, la de la limonada (¿En serio? ¿Y la rara extremista soy yo?), etc., se entiende que pueda uno considerar hacer trampa. Pero, si al igual que yo, consideras que el veganismo no es solamente una dieta, sino una forma de vida en la cual se busca causar el mínimo sufrimiento posible a otros seres sensibles... la cosa cambia totalmente. No puedo, ni quiero, hacer trampa. ¿Cómo te engañas a ti mismo?
Admito ser una vegana tramposa. Soy mamá, trabajo y me gusta tener tiempo libre. Por lo cual encontrarán muchas recetas tramposas en este blog, en las que quizás me salto un paso o dos para ahorrar tiempo y esfuerzo. A veces compro productos un tanto procesados. Porque la verdad hacer mi propia leche de soya, o humus, aunque divertido, no es algo para lo que tengo tiempo todos los días. Espero estas recetas sean una buena guía para los que quieran comer delicioso y sin cargo de conciencia (bueno, en lo que respecta a seres sensibles, porque en cuanto a calorías no siempre se puede :) ).
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